Sexualidad y afectividad

Nuestro cuerpo no es, pues solamente un espacio expresivo para los demás

El cuerpo en Merleau-Ponty y de Jean Paul Sartre

 Merleau-Ponty se opone a esa edición del hombre que pretende instalar el conductismo. El hombre como puro mecanicismo, eso si, mecanicismo altamente complicado. A estre respecto nos dice lo siguiente:”Le corps dans son fonctionnement ne peut se définir comme un mécanisme aveugle, une mosaique de séquences causales independentes. Ce qui déclanche nécessairamente une certaine réponse reflexe, ce nést par un agente physiques-chimique est l´ocasion plutôt que la cause…l´unité des systémes physiques est unité de correlation, celle des organismes une unité de significatión. Mon corps tout entier n´est pas pour moi un assemblage d´organes yuxtaposés dans l´espace…mon corps est non pas une somme d´organes yuxtaposés mais un systeme synergique dont toutes les fonctions sont reprises et liées dans le mouvement général de l´ètre au monde, en tant qu´il est la figure figée de l´existence ».

Nuestro cuerpo no es, pues solamente un espacio expresivo para los demás. Su significación es mucho mas expresiva, no puede ajustarse sencillamente al modelo de las teorías reflexológicas. Esto lo observamos mas claramente si nos detenemos a estudiar la espontaneidad de los movimientos del cuerpo. La actividad humana es significativa.

La motricidad queda comprometida en esta acción, ya aque señala un despliegue intencional trascendente que de vida al compromiso de la acción, asumiéndolo en una unidad de rango superior.

El conocimiento experimentado de ese movimiento animado de intencionalidad llega a entretejerse, sin posibilidad de ser disecado, en el trenzado existencial del yo. Todos los movimientos de que nos valemos parten de una significación común. En los niños esto es muy evidente. Cuando quieren coger algo, lo primero que hacen es mirarlo, para coordinar después una actividad motriz de carácter funcional: ir hacia el objeto cercano y apoderarse de él. En consecuencia, yo no estoy en mi cuerpo, ni tampoco dentro de él, sino que soy mi cuerpo. Por eso llega a decir que el cuerpo no solo tiene significado, sino que es él mismo significación. El espíritu se hace a través del cuerpo.

Ronsard, el poeta francés del siglo XVI, decía:”L´espirit ne sent rien que par l´aide du corps”. Buytendijk nos dirá que el cuerpo es algo singular que establece la existencia de cada hombre.

Ahora bien, el que el hombre sea a la vez cuerpo y corporalidad o extracuerpo e intracuerpo, es para Merleau-Ponty una ambigüedad, ya que supone en nosotros una integración de destino e impulso. Es de nuevo la paradoja de lo humano, la contradicción. En esa ambigüedad vive el hombre enfermo.

Sartre nos pone un símil para intentar abordar el tema del cuerpo. Un escalador pretende la subida a la cima de una montaña. En esa pretensión hay entusiasmo juvenil, deseos de luchar contra las dificultades propias de tal empresa. El ascenso es una noble y deportiva aventura. Al comienzo de ella, cuando ha dado tan solo los primeros pasos va lleno de espíritu deportivo, es pura energía emborrachada de ilusión por llegar a la altura prevista y contemplar desde allí el paisaje conquistado. En estos primeros momentos el alpinista desconoce que es un ser corporal. Está tan pendiente de esa empresa que no ha reparado en esos instantes en esa circunstancia. A medida que sube, que va escalando metas mas altas, empieza a notar ya una cierta dificultad, hay algo en él entonces como una dicotomía entre lo que quiere su espíritu juvenil y lo que por otra parte, le exige su cuerpo; este no puede dar mas de sí, según lo previsto. Esa respiración entrecortada y suspirosa, toma conciencia de su ser corporal. Lo sabe y tomas sus medidas: descansa por unos instantes, para continuar después. Cuando consigue, tras un largo esfuerzo, alcanzar la cumbre soñada, hay una gratificación inmediata: la contemplación desde allí arriba de un panorama espléndido.

Hay además, una cierta dominación sobre la naturaleza. Pero se da cuenta, en medio de esa recreación paisajística, que en la ladera de la montaña hay otro hombre que lo está observando y entonces cambia su actitud corporal. Sabe que él está en un cuerpo y que tiene un cuerpo. Pero sabe que los demás también lo tienen . La observación que parte del otro modifica, de alguna manera, la espontaneidad del hombre aventurero.

Sartre distingue dos aspectos irreductibles del cuerpo. El cuerpo como ser-para-si y el cuerpo como ser-para-otro. El primero nos revela la factidad de la existencia. Mi cuerpo me ancla en un sitio concreto del espacio y por lo tanto, me excluye de los demás. Soy aquí. Me encuentro comprometido con un espacio determinado que me fija,. Me detiene y circunscribe.

En cuanto al cuerpo como ser para otro, Sartre lo estudia a través del modo como el cuerpo del otro aparece ante mi. La fenomenología de la percepción del otro puede abordarse desde una doble perspectiva; una, cuando el encuentro con el otro no pasa de ser la percepción de un objeto exterior a mi, que se adelanta y lo veo aproximarse, sin que en este proceso de acercamiento exista ninguna sintonía afectiva, otra, cuando el encuentro es personal y afecta algunas fibras de mi vida emocional.

Binswanger ha analizado este momento inicial (* Distingue Binswanger entre “encuentro intramundano –innerweltliche begegnung- y encuentro amante o dilectivo –liebende begegnung-. El primero es tan solo de ocasional relación, toda vez que nos cuidamos de existir en el mundo. El segundo muestra un encuentro en el sus dos protagonistas son capaces de vivir esa ocasional circunstancia como nostridad, como relación unitaria , viendo en el otro no a él, como sujeto impersonal, sino al tú como singularidad precisa). Sartre lo matiza especialmente: “el cuerpo representa la individualización de mi compromiso en el mundo… el cuerpo es una característica necesaria del para-si que sea cuerpo, es decir qu su fuga aniquiladora al ser se haga bajo forma de compromiso en el mundo”.

En la obra de Jaspers se recogen algunas ideas parecidas: “el propio cuerpo es consciente para mi como mi existencia y al mismo tiempo, lo veo con los ojos y lo toco con las manos”. El cuerpo es la única parte del mundo que es simultáneamente sentida por dentro y percibida. Es un objeto para mi y yo soy ese cuerpo mismo. En definitiva, el cuerpo en nuestro vehículo como seres-en-el-mundo, por él nos abrimos al espacio mundano y lo trascendemos.

La vivencia corporal primaria la llama Sartre dolor puro, malestar del que aún no tenemos conciencia exacta, sino vaga y brumosa noticia. Cuando Charcot describió le malade de la petiti papier no hizo otra que sistematizar las etapas de elaboración del hipocondríaco, que vive notando y sintiendo su cuerpo. La racionalización de la angustia determina su fijación orgánica, que es a la vez temor y deseo. Temor ante la posibilidad de estar enfermo. Y al mismo tiempo, deseo de estarlo. De nuevo la contradicción. A través de una serie de pasadizos intermedios se va convirtiendo en un virtuoso de su cuerpo.

Sus narraciones, sus exhaustivos análisis son dignos de mejor causa. Hay un trecho entre la actitud y la enfermedad hipocondríaca. Esa distancia suele ir acortándose a medida que el proceso avanza y gana cotas. Si el hombre sano vive sin saber de su cuerpo, sin tener conciencia de él, el hipocondríaco vive dándose cuenta minuto a minuto de que su cuerpo es su prisión, llevándole esto a una hipervaloración de los signos de su corporalidad. En esa autoobservación hay inseguridad. Es la angustia, que asoma de nuevo a través de esta expresión. Pasa así de las popularizadas exploraciones personales, a una dedicación cada vez mas técnica y modernizada. La actitud, como he dicho antes, se va convirtiendo en vocación.

El cuerpo, entonces nos impide avanzar por la vida. Se vuelve sinuosamente contra nuestra flecha intencional y nos sume en la preocupación y travieso que le aliena en el infierno de las sin razones.