Las tres caras de la sexualidad

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Las tres caras de la sexualidad

El sexo en la cultura occidental de hoy

El sexo y su actividad ocupan hoy un lugar tan preferente en la mente del hombre de nuestro tiempo que creo no exagerar si añado que el tema ha tomado un claro carácter obsesivo. El Mundo Occidental ha extraído al sexo de su recato habitual para airearlo a los cuatro vientos como un simbólico pendón de libertad y progreso. Es verdad que esta sacudida ha afectado muy destacadamente a los habitantes de las ciudades, mas también los pequeños poblados y aún los mas aislados campesinados no se han librado de ella.

Los nuevos y potentes medios de difusión de que tan orgullosa se encuentra la sociedad actual, han contribuido de manera pormenorizada a la extensión del fenómeno que ha tomado hasta caracteres epidémicos. Son numerosas las muestras expresivas de esta situación, recordemos por su singularidad los conocidos alborotos de la Universidad parisiense de 1968 en los que la exhibición pública de intimidades sexuales se entremezcló con la violencia.

Sin embargo, el acontecimiento no tiene nada de nuevo y hechos semejantes, aunque con coloridos distintos, se tropiezan fácilmente al contemplar el despliegue de la actividad sexual en el hombre. Si bien, para la gran mayoría de las gentes de nuestro tiempo ajenas a tales oscilaciones de la historia, el hecho es lo suficientemente extraño y sorprendente para que constituya un intenso impacto psíquico con todas sus consecuencias emocionales y, por tanto, necesitado de alguna correcta y científica aclaración con que calmar al común de las gentes y disipar al mismo tiempo errores y malentendidos.

La Medicina de hoy tan eficaz para el hombre ha ido acumulando este es su principal mérito una serie de conocimientos trabajosamente coleccionados y elaborados que se esconden bajo el patrimonio de su saber y que sin duda se muestran muy capaces de esparcir alguna luz en torno al eterno misterio del hombre.

El tema sexual ha tomado también fuerza singular en el campo de la Medicina, aunque ésta –como toda producción humana- tiene también su flaco débil, se encuentra influenciada en exceso por los modos y modas del momento aceptando a veces, con extrema ligereza, doctrinas y maneras no suficientemente elaboradas y confirmadas.

Dentro del ámbito científico el tema que nos ocupa ha ido siendo abordado por diferentes caminos metodológicos: Ha transcurrido ya la época en la que se estimó que de la sola consideración e investigación biológica saldría el escueto tuétano del asunto en cuestión. Hoy vemos claramente que no obstante el gran desarrollo de la biología , ésta no ha podido brindarnos un resultado fundamental. Por ahora, no creemos que sea practicable otro análisis que el fenomenológico de los hechos. A él hemos encomendado especialmente nuestra atención.

Las tres caras de la sexualidad

Todo lo viviente en cuanto lleva implícita esa inagotable fuerza a la que está encomendada la conservación misma de la vida, está sexuado. El vocablo sexualidad ampara esa serie de comportamiento, por los que todos los vivientes contrapesan la temporalidad de la existencia. El sexo resulta de ese modo la máxima expresión conservadora de la vida. La naturaleza tan parsimoniosa en sus cambios y tan rigurosa en el gasto, a la hora de la conservación se muestra generosa en extremo, dilapidando incluso sus simientes, alerta siempre al riesgo de desaparición de la vida.

El sexo con su algo tono conservador es a la par que contraposición a la muerte, compañero inseparable de ella. Muerte y sexo son arborantes fundamentales de la vida. Toda muerte nutre vidas venideras como toda vida que aflora alberga en si el carácter transeúnte de toda vida individual… Entretenía mi ocio un día de la pasada primavera en el sosiego del campo cuando irrumpió en nuestra estancia una tamañosa y multicoloreada mariposa que hube de tomar, cumpliendo el deseo de mi pequeño acompañante y ponerla a buen recaudo en una caja encontrada al azar. Al día siguiente cuando vamos en su busca nos encontramos con la sorpresa y la enseñanza de encontrarla sin vida pero habiendo sembrado antes de su muerte las paredes de su encierro overa que él había dejado adherida a sus paredes como testimonio de su primordial obligación de viviente.

A la sexualidad está encomendada la permanencia del plasma germinal. Para ello la naturaleza ha instituido un mecanismo de multiplicación indefinida de los seres, la división carioquinética propia de los estratos mas arcaicos de la vida, al modo como los imaginarios obuses de Bergson permanecen en el estallido interminable de su elan vital.

La vida a cierta altura evolutiva experimenta en su curso un giro copernicano en virtud del cual para un nuevo ser hacen falta dos seres preexistentes, el uno ya no da origen a dos, sino dos dan lugar a uno. Comienzan los atisbos del amor.

En adelante y dada la evolución de los seres vivientes, tal división no hubiese sido posible, pero la naturaleza tiene aún mucho mas hondas razones para su nuevo proceder; la necesidad de que un ovocito y un espermatocito deban ser portados a su vez por seres de bien diferenciada individualidad, ha dado pié al advenimiento de los sexos, que es tanto como la imperiosa necesidad de unión entre dos , salvando toda clase de obstáculos, es el amor, si por él entendemos la irresistible necesidad de la unión encarnada.

Esta creciente e imperturbable complejidad de lo viviente, rotunda e invacilante marcha de la simplicidad de lo biológico, de lo casi bioquímico, a lo emotivo y espiritual acarreando consigo un nuevo hecho que a medida que tiene lugar este despliegue sexual también se complica, dando los mas variados matices de solemnidad: son los oropeles y brillos con que la naturaleza gozosa y alegre se recibe a sí misma, Ya se ve en el mismo reino vegetal en donde los estambres y pistilos aparecen envueltos en el rutilante colorido de sus flores, exhalando el perfume embriagador que atrae a los intermediarios animales para su unión. En definitiva, todo es tan esencial como la simple sobrecarga de vitamina E de tan parecida estructura química a los estrógenos del reino animal.

Mientras que los vegetales contribuyen con sus mas peculiares sonoridades a la búsqueda de la vida y envuelto todo ello, por esa cósmica primavera que sonrie a todos los estallidos vitales al par que salva la disafolia de los inviernos de la vida.

Con estas palabras solo me propongo poner de relieve una condición ineludible del sexo humano y sin el cual sería muy difícil la interpretación de ese mundo complejísimo de la sexualidad del hombre: la cara festiva de la misma.

El canto potente de la perdiz como el relincho del caballo o la berrea de la caza mayor junto al multicolorido de las flores orquestan una gran sinfonía amorosa. A este innumerable principio obedecen también los cantos de los trovadores de la Provenza o de los Minnensäger alemanes cuando declinando la Edad Media aparecen con sus canciones, anunciando un nuevo estilo de amor.

A estas alturas de nuestra reflexión podemos establecer tres facetas distintas de la vida sexual; una permanente, que representa el lado biológico, y otras dos que pueden cambiar e influenciarse por el medio y que representan el lado serio y festivo de la vida sexual.

Mientras el primero, el biológico, es susceptible de cultivo a través de procedimientos puramente biológicos, ahí está la moderna ganadería con sus depurados artificios, que algunos en un “delirio” racista quisieron aplicar al género humano. La segunda cara del sexo es capaz de impregnarse y tomar el estilo de las circunstancias histórico-culturales en donde el hombre se encuentra enclavado. Épocas históricas en las se oponen lo serio y lo festivo de la sexualidad o que diestramente se entremezclan.

Rl sexo humano se nos aparece como una estructura abierta y contrapuesta a la rigidez amorosa de los otros seres que en mayor o menor medida permanecen rígidamente adscritos a sus fórmulas sexuales eternas. Pero no solo la vida sexual es susceptible de cambios, de nuevas manifestaciones, y por tanto, de ser culturizadas, sino que a su vez ella misma es una fuente de cultura. Las manifestaciones culturales de todo orden se hacen patentes a través de la historia.

 

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