La depresión bipolar: entre la fantasía y la realidad
La depresión bipolar es conocida desde antiguo y constituye una modalidad grave, que puede pasar desapercibida por médicos no psiquiatras, a los que le falta formación psicológica ó que desconocen el ropaje de esta entidad.
Hablamos de una mujer 40 años, soltera, que vive con sus padres. Tiene antecedentes depresivos personales y familiares y una hermana suya y una tía paterna tuvieron fases eufóricas( ó hipertímicas). Es una mujer decoradora, de nivel socioeconómico alto, que no quiso estudiar carrera universitaria porque siempre estuvo muy protegida por sus padres y que en torno a los 30 años estudió en una escuela de decoración de interiores, que ha sido clave para ella, pues ha ayudado a alguno de sus hermanos(arquitectos y dedicados al negocio inmobiliario) que le han dado trabajo.
“ No estudié en la universidad por esas cosas de la vida: tuve un novio teniendo yo 18 años y creí que me casaría enseguida y yo siempre estaba con mis padres…aquello duró cuatro años y él me dejó. Tuve ahí la primera depresión, incluso quise suicidarme. Aquello me marcó mucho por dos motivos: no fui a la universidad y a raíz de esa relación desconfié mucho de los hombres y cada vez que aparecía uno, pensaba en el daño que me había hecho mi anterior novio y era muy crítica…Fue pasando el tiempo y cuidé mucho de mi padre, que ha tenido muchos tratamientos para la depresión, yo siempre lo recuero pachucho, medio mal, con altibajos. La relación entre mis padres no era buena. Mi padre, muy egoísta, iba a lo suyo y mi madre se refugiaba en sus amigas y en salir y entrar. Mi padre le fue infiel en dos ocasiones y eso hizo mella en mi madre. También influyó en mi percepción de los hombres”.
Yo la estuve tratando durante dos fases depresivas, que remitió bien. Pero a partir de los 30,32 años, viene a la consulta muy de tarde en tarde(una vez al año) y en otras ocasiones acompañando a otra hermana. Con 35 años tuvo una fase eufórica moderada: “Pasé unos meses deliciosos, llena de vida, haciendo muchas cosas…todos en la familia me decían que no era yo, que estaba pasada de rosca, acelerada y yo no estaba de acuerdo y por supuesto no quería ir a la consulta, ¿para qué?, si yo me sentía muy bien”. A través de su padre y su hermana, intenté que tomara una cita, pero no fue posible.
Pasan 5 años en los que no he tenido ninguna visita de ella. Si de algunos familiares(padre, hermana y madre, ésta última no viene a consulta, de hecho no tiene abierta historia clínica, pero es como el elemento informador de todo el ambiente familiar) que han ido viniendo a la consulta con cierta periodicidad. Un día veo que viene toda la familia, incluidos algunos hermanos que no conozco personalmente, aunque he oído hablar de ellos. La madre es la que lleva la voz cantante y me cuenta: “Desde hace un mes, que fue al poco de entrar la primavera, mi hija está fuera de si. Se ha ido de casa, a un apartamento que tiene su padre y se puede decir que está desaparecida…No coge el teléfono, no sabemos donde duerme, pues la llamamos a su casa de noche ó de madrugada y no responde. Ha venido algún día a comer a casa con su padre y conmigo y está eufórica, no para de hablar, haciendo mil planes y dice que tiene un novio multimillonario con el que se va a casar este verano. Yo estoy muy preocupada porque sé lo que es esto, pues como usted sabe en la familia se han dado casos de este tipo”.
Ha pasado el verano con una conducta desinhibida, saliendo y entrando con amigas y amigos, sin horario, haciendo una vida caótica y por supuesto sin tomar la medicación prescrita (ella tiene la pauta de tomar dos estabilizadores del ánimo: Carbonato de litio y valproato sódico).
Uno de sus hermanos ha conseguido, después de muchas semanas saltarinas, con un desorden total, que fuera a cenar con él y su mujer; se quedó a dormir allí y él le administró un sedante mayor( neuroléptico: butirofenona, gotas, dándole una cantidad grande): se quedó profundamente dormida y fue trasladada al hospital, en donde se le aplicó una cura de sueño, que en unos días mejoró mucho. Cuando tomó conciencia de su estado y de que había sido ingresada, reaccionó violentamente contra su familia y el equipo médico…que le duró bastantes días. Pero la medicación neuroléptica fue haciendo el efecto esperado y su recuperación fue gradual.
Pasadas unas tres semanas nos dice: “Estoy contra mi familia y que tuvieran que recurrir al juez para ingresarme, yo no estaba para eso. Siento que se han saltado mis derechos y padres han abusado de su poder. Yo estaba bien, pero no tan eufórica como otras veces”. A la pregunta mía de si recordaba todo lo que había hecho durante los meses de julio y agosto, se da cuenta de que se agolpan muchas cosas dentro de ella y le sugiero que intentar recordar hechos, sin obsesionarse…y que vamos a ir hablando despacio en los próximos días, con el fin de que tome conciencia del tipo de vida que ha ido haciendo. Observo que va recuperando la confianza que tenía conmigo y va haciendo un recorrido zigzagueante y desigual de sus andanzas: “Reconozco que he hecho muchas locuras, pues he tomado cocaína con alguna frecuencia y he tenido relaciones sexuales que ahora me avergüenzo y he dicho cosas muy fuertes a personas con las que realmente tenía poco trato y menos confianza…hice confidencias sobre temas familiares absurdas”.
Van saliendo vivencias suyas, en donde ella capta el trasiego de idas y venidas con poco fundamento y relaciones superficiales a las que ella ha contado su vida y milagros ó se ha entregado sin más. Empieza a hacer una crítica de todo eso y me dice: “Dr. Rojas veo que me he desprestigiado delante de mucha gente…usted debería haberme avisado ó haberme intentado convencer de que yo estaba de ese modo”. Le digo: en esos momentos tu no cogías el teléfono, estabas de aquí para allá y ni tus padres sabían en qué paradero estabas. Te he llamado en diferentes ocasiones y ha sido imposible dar contigo, no te olvides que cuando estás en plena euforia no tienes conciencia de enfermedad, pues tu te sientes mejor que nunca, pletórica, chispeante, vital, llena de vida…y no es fácil dar contigo y por tanto explicarte tu estado, porque no te avienes a ningún tipo de razones.
Ha gastado mucho dinero. He regalado cosas de bastante valor, muy personales, a personales con las que realmente no tenía casi amistad. Ha conocido a gente nueva, que no sabía en que estado psicológico se encontraba ella y con las que ha tenido unas intimidades excesivas, fuera de todo sentido. Al mejorar claramente hace una crítica bastante clara de su comportamiento durante la fase de euforia, lo que la ha bajado mucho el ánimo, si llegar a estar depresiva. Le digo: “La enseñanza que debes sacar de todo eso que has vivido y de lo que ahora te lamentas, es la responsabilidad de tomar la medicación para evitar las recaídas(estabilizadores del ánimo o eutímicos) y de llevar un seguimiento periódico de cómo va tu evolución, venir a la cita médica cuando te toque y tomarte en serio tu depresión bipolar. Hechos y vivencias como las recientes son muy negativas para ti y lo único que ganas es en desprestigiarte y que la gente más cercana piense que estás desequilibrada”.
Creo que este caso es demostrativo de lo que puede ocurrir si una persona bipolar abandono el tratamiento, no quiere tomarlo ó lo hace de forma caprichosa ó no acepta el diagnóstico médico.
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