Las depresiones obsesivas

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Las depresiones obsesivas

Dentro de las distintas modalidades depresivas, debemos subrayar la importancia del adjetivo que las acompaña. Ésta, determina cualidades específicas, que aclaran los matices del cuadro clínico.

Viene la consulta un hombre de 63 años, casado con cuatro hijos. Fue visto por mi hace unos 12 años, por padecer otra fase depresiva, en donde emergía también un fondo obsesivo. En aquella ocasión el tema central era la idea fija de que él tenía una enfermedad física grave, cáncer ó algo parecido. Había muerto un primo hermano suyo con tumor cerebral, meses antes. “Empecé a notar algunos síntomas parecidos a los que tuvo mi primo: dolores de cabeza, sensación de que perdía el equilibrio al cambiar de postura, visión borrosa y mucha angustia, con miedo a morirme. Recuerdo que fui a distintos especialistas en medicina interna primero y neurología, después y no me encontraron nada. Fue una época muy dura, hasta que mi mujer decidió que viniéramos a verle, pensando que lo mío era de tipo nervioso ó algo parecido”.

Se trata de un hombre alto, espigado, con buena presencia, abogado de profesión, con bastante experiencia en pleitos, con una personalidad introvertida y suspicaz, analítico y en la que habitan bastantes notas narcisistas, ya que está muy pagado de sí mismo y de su importancia social y profesional. En aquella ocasión, hace ahora doce años, la mejroría fue evidente, pero revisando su historia clínica observo que en un principio no quería tomar medicación y casi no aceptaba el diagnostico: depresión obsesiva; fue laborioso conseguirlo y tuvo que ser un hermano de él, médico, el que consiguió finalmente que tomara la medicación y hubiera continuidad en el tratamiento. A ello se le añadieron a posteriori unas pautas de conducta, que fueron muy eficaces a la hora de despoblar su cabeza de esas ideas hipocondriacas tan firmes.

Ahora el tema que nos plantea es distinto: “Llevo 25 años casado y nuestro matrimonio ha tenido altos y bajos, me imagino que como todos. Yo he viajado mucho, mi condición de abogado me ha llevado a ir de acá para allá y siempre he sido fiel a mi mujer, aunque he tenido momentos difíciles porque no me han faltado ocasiones de conocer chicas más jóvenes, compañera de profesión ó incluso clientas…Hace una serie de semanas, estando en una cena de amigo, mi mujer hizo un comentario que en principio yo no le di valor, pero que luego ha traído mucha cola en mi cabeza. Dijo ella: todas las mujeres, antes ó después, tenemos un desliz afectivo aunque muchas veces no quede en nada, es más una ilusión ó algo que te hace salir de la rutina. Ese comentario divertido hizo que los amigos se riyeran y no pasó de ahí. Pero en los días siguientes se instaló en mi cabeza y empezó a martillearme”.

“Nunca antes había dudado de mi mujer. Pero esa frase se clavó dentro de mi y empecé de forma obsesiva a pensar en lo que habría detrás de ella. Y viendo un día un programa de televisión, oigo que se puede saber con una enorme certeza si un hijo es de uno ó de otra persona. Mi tercer hijo no se parece nada a mi y yo recuerdo que por aquella temporada en la que mi mujer se quedó embarazada, yo tuve una infección renal y no tuve casi relaciones sexuales con ella y empecé a pensar y a darle vueltas al tema”.

“Días más tarde, haciendo memoria –Doctor, usted dice que soy muy analítico y obsesivo, pero es que el asunto es grave- me acuerdo que por aquella fecha mi mujer tenía clases de inglés un par de veces a la semana y que el profesor venía a casa. Yo le conocí casualmente en dos ocasiones: era americano, rubio y de ojos claros, unos años más joven que mi mujer. Le dio clase solo unos meses, porque se volvió a su país. Y éste es el motivo de mi visita Doctor, que no se que hace, quiero su consejo: ¿mi hijo el pequeño será mío ó no, le hago la prueba del DNA ó no se la hago, hablo del tema con mi mujer ó será contra producente?. Y si el chico no es hijo mío, ¿qué hago, como reaccionaré?, por un lado me quito un peso de encima y por otro, ¡qué situación tan terrible!”.

La descripción que hace mi paciente está impregnada de ansiedad. Corretean por la superficie de su discurso la anticipación de lo peor, una inquietud desbordante que se ha convertido en una autentica obsesión que no le deja. Al principio esos eran sus síntomas, ahora cruzan su paisaje clínico un fuerte insomnio y un estado de tristeza que se ha ido abriendo camino paulatinamente. “A días he deseado morirme, porque el sufrimiento que tengo es demasiado…nunca pude pensar que mi mujer pudiera hacerme esto…si es que se confirma en las pruebas de paternidad que mi tercer hijo es de otro”.

“Mi consulta es sencillamente ésta: ¿le hago las pruebas a mi hijo ó no se la hago?1 .Y cual puede ser mi reacción si el chico no es mío. Hay una anécdota que no quiero olvidármela y que me sucedió recientemente: vinieron unos amigos a casa, a recogernos, para irnos a cenar fuera y salieron dos de mis hijos a saludar y mi mujer, cuando apareció el pequeño dijo: fijaros como se parece a su padre. Y esa frase me dio la clave. Aquella noche durante la cena no hablé nada y todo era rumiar en lo que ella había dicho…porque yo creo que mi hijo se parece poco a mi”.

“Otro día leo en un periódico que un porcentaje nada despreciable de hijo, no son del matrimonio y eso puede desmotarse con lo medios actuales y esto alimenta mis dudas e incertidumbres. Empecé a recordar de forma obsesiva, el como y el cuando se quedó ella embarazada de mi cuarto hijo y cogí mis agendas, que yo guardo de año a año, por si hubiera algún dato que me pudiera ofrecer una pista y aclararme algo el panorama. Y se coló otra idea en mi mente: ¡ qué raro que se quedara embarazada por aquel entonces!.El pequeño tiene los ojos claros, como los tenía el profesor de inglés, no iguales, pero si parecidos”.

Le pregunto: ¿ha sido su mujer un persona muy coqueta, con ganas siempre de agradar a otros hombres, un poco echada para delante como se dice en el lenguaje corriente?. Me responde: “En absoluto. Yo fui celoso de novio, porque ella era diez años más joven que y llamaba la atención por su belleza y simpatía. Alguna vez tuvimos roces porque ella hablba con todo el mundo y yo me sentía mal si veía que no me prestaba toda la atención. Recuerdo algunas discusiones e incluso, rompimos en un par de ocasiones por esto, pero luego todo se aclaró. De casados nunca dudé de ella. Además es una persona muy religiosa y con una ética firme. Pero mi cabeza va demasiado deprisa y veo dudas y cosas raras por todas parte”.

La exploración nos ha llevado a observar que él tiene en la actualidad un trastorno obsesivo y paranoide de la personalidad, que está condicionado por su estado de ánimo actual. Hace doce años también aparecía como rasgo de su forma de ser, el obsesivo, pero no con la rotundidad que ahora. Es nuevo ese matiz paranoide: presidido por la suspicacia, el recelo, la desconfianza y sentimientos similares que revolotean por los entresijos de su persona y asoman con fuerza.

Le aplicamos inicialmente un tratamiento ansiolítico(alprazolam, 0,5 mg cuatro veces al día) y un hipnótico( flunitracepan); a los pocos días, estando ya más tranquilo, añadimos antidepresivos con un componente antiobsesivo( imipramina, 25 mg cuatro veces al día).

A las dos semanas, la mejoría era evidente y la preocupación/obsesión por hacerle a su hijo las pruebas de paternidad habían disminuido, pero seguían ahí, como telón de fondo. Se le han puesto antidepresivos vía intramuscular, que los ha tolerado mal, con lo cual he tenido que evitar esa vía de administración. La vía endovenosa, ha fallado igualmente.

Se le ha empezado una psicoterapia breve, con el fin de ir esclareciendo la posibilidad de hacer ó no las pruebas de paternidad. Esto me recuerda a lo que sucede con los hipocondríacos, a la hora de hacerse pruebas exploratorias y análisis, que quieren y no quieren hacérselos, hay un deseo de saber y a la vez, lo contrario. Esa ambigüedad produce una enorme ansiedad. Por ello finalmente decidí sugerirle que se la practicara. No le explicó nada a su hijo, simplemente le dijo que se trataba de un análisis de rutina que su hermano había recomendado últimamente a mucha gente…haciendosela igualmente a otro hermano, el inmediatamente anterior a él, pero sin enviar el cabello de éste al laboratorio.

El resultado tardó unos días, durante los cuales mi enfermo necesitó que se le subiera la dosis del tranquilizante. El día antes de saber el resultado, tuvo una crisis de ansiedad con un cortejo sintomático muy agudo, hasta el punto que fue asistido en un servicio de urgencia de un hospital…”mi mujer no entendía nada, yo simplemente le dije que estaba pasando una temporada de muchas preocupaciones y ella creyó que eran de tipo profesional”.

Recibió el análisis y su hijo el pequeño era suyo. Estuvo dos días en cama, durmiendo: “Ha sido para mí como una liberación, no le deseo a nadie lo que he pasado en estos meses; usted, Doctor, dice que soy obsesivo, pero yo necesitaba quitarme este peso de encima, no podía vivir con esa duda”.

A la pregunta mía: ¿Había realmente base para hacer la prueba de paternidad a su hijo?, me respondió: No se que decirle, lo que si es cierto es que ya estoy tranquilo. Reconozco que cuando a mi se me ha metido algo en la cabeza, del tipo que sea, hasta que eso no se ha aclarado, el sufrimiento ha sido grande…usted le llama depresión ó que soy obsesivo, pero lo que quiero es que no vuelva a tener cosas parecidas a estas en el futuro, porque espero que esto de ahora no vuelva a presentarse de ninguna de la maneras”.

Al fondo obsesivo le llamaba la psiquiatría francesa de principio del siglo XX le folie de la dubt, la enfermedad de la duda. La mente del paciente es recorrida por cuestiones diversas que le interrogan al sujeto, produciéndole una ansiedad creciente. En el caso que aquí me ocupa el asunto es bien patente. Se lo explico al enfermo y acepta parcialmente mi observación.

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